Cuelgo el artículo publicado en la Gata Flora 5. En general, fue apreciado el hecho de que reduje la dinámica esquizofrénica de entrar y salir de un tema, a toda velocidad.
No sabía que era algo tan malo. Me gusta el zig-zag, yoquésé.
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Nos ponemos a hablar de esto. Y no es casual que lo hagamos. Acordate: hace unas semanas comentábamos de lo de Sergi MM… ¿Ya te olvidaste? El tipo este que le pegó a una ecuatoriana en un tren suburbano. El que hablaba por el móvil mientras le gritaba: “zorra”, “puta inmigrante”…Ahí va, sí, una situación muy violenta.
Por otra parte, aparecen representantes de partidos políticos expresando sentimientos racistas a plena luz del día. Jodido. En Italia, la Allenaza Nazionale junta miles de personas enfrente del Coliseo. Sarkozy que proyecta pruebas de ADN para los inmigrantes reagrupados. Gordon Brown defiende la «preferencia nacional» a la hora de otorgar un puesto de trabajo.
Existe, sí. El informe anual de la Comisión del Consejo de Europa contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) es claro: la xenofobia y el racismo se han acentuado en las sociedades europeas. Varias organizaciones de la sociedad civil confirman que la violencia asociada a principios xenófobos revela tendencias preocupantes.
Intentemos pensar qué es la “xenofobia creciente”, qué pasa con un grupo de personas en una posición vulnerable. La Gata Flora nos ofrece un formato conveniente. Por un lado, me permite no distanciarme de la discusión; acá, puedo confesar que hablaremos de un tema que me afecta. Por otra parte, podremos evitar el tono melodramático; acá, no hay leones o corderos.
Te muestro la primera carta. Empezaré por jugar la más evidente: la xenofobia es contraria a los valores de la Unión Europea. Tiene sentido. Además, cientos de documentos nos dicen que dificulta la “cohesión social” y la “realización de los derechos humanos”.
Pero Europa es hipócrita y presenta a los inmigrantes como “huéspedes”. Sin embargo, es notorio que la mayoría de los inmigrantes vino a Europa buscar un lugar para vivir, y no un “hotel”. Y no lo hizo por decisión propia. Emigró de su país porque ahí no tenía voz, ni expectativas. Su “decisión”-de-salir, por otra parte, se articuló con la necesidad de las sociedades europeas: mano-de-obra necesaria para mantener la prosperidad.
Vino a Europa a trabajar. Y trabaja. Así, genera riqueza: el 10%, en promedio, de los aportes a la Seguridad Social de los países de la UE son generados por trabajadores inmigrantes legales. Y el gráfico seguirá creciendo: los Ministros de Economía de los Estados-Miembro calculan que la UE recibirá 40 millones de inmigrantes de aquí a 2050.
De estos millones, muchas serán mujeres. Porque Europa favorece la igualdad de género sólo para las europeas. Que se han capacitado y conquistan puestos laborales. Al hacerlo han dejado un espacio libre en el hogar. Un espacio no compensado por políticas públicas; compensado por mujeres-inmigrantes.
Europa aspira, así, a sostener los efectos de su envejecimiento y cambios culturales. La inmigración le sirve para reestablecer el equilibrio. Consecuencia: la “Europa Pura” no existe hace años, ni existirá en el futuro. Los inmigrantes de ayer ya tienen hijos nacidos y criados en la “sociedad de acogida”; los de hoy se casan con personas “locales”.
La inmigración no es fácil. Requiere curtir la piel hasta que los prejuicios resbalen…¿Te acordás del Chamba, mi amigo peruano? Bueno, él siempre decía que una persona que clasifica a otra de acuerdo a su “origen” no es racista, es estúpida. A él nunca lo agredieron físicamente. Tampoco a la mayoría de quienes pertenecen a etnias no-europeas.
La violencia verbal, sí. Es más común. Hasta a mí (un blanco, profesional, nacido en Buenos Aires) me pasó. Me acuerdo: el “4” del equipo de fútbol rival, a quien le estábamos dando un baile novelesco. O aquél tipo al que le “saqué” el lugar para estacionar. Me tiraron un par. Y no me gustó, claro.
No ignoro este tipo de explosiones, ni minimizo su importancia. Pero tampoco hay que exagerarla. Quiero decir: algunos inmigrantes ya tenemos claro que no toda situación injusta en la que estamos implicados se explica por nuestra inmigración. O sea, sabemos que nuestra nacionalidad no es la explicación real para toda controversia.
Sabemos, también, que la xenofobia no se evidencia sólo en golpes o insultos ofensivos. La xenofobia marcha por carriles civilizados y silenciosos. Es otro fantasma: se proyecta a la hora de acceder a un trabajo, a una vivienda o a espacios públicos que aportan beneficios e información.
Se supone que, en materia de empleo, se han logrado progresos importantes. Hay 19 millones (y contando) de “inmigrados” que trabajan protegidos por los mismos derechos que un europeo. Por supuesto (y no es menor, claro), falta resolver la situación de los “ilegales” y ajustar engranajes del mercado laboral, muchos de los cuales afectan también a los “locales”.
El tema del acceso a la vivienda es más delicado. Lo vio cualquiera que haya caminado por una gran ciudad europea. En mayor o en menor medida, se nota…Vas caminando, girás en una esquina y…Pam… ¿Te fuiste del país? ¿Apareciste, de repente, en Marrakech, Karachi o Quito?…No, claro que no. Seguís en Europa.
La manera correcta (y “correcta”) es referirse a estos espacios como “enclaves étnicos”. Su existencia hace pensar que las alternativas que tiene un inmigrante para elegir dónde quiere vivir son más limitadas. La cuestión económica es (sólo) lo elemental. Como la mayoría de los que emigran son pobres, no aspiran a vivir en zonas de prestigio.
Ni siquiera aspiran (al menos, al principio) a tener una propiedad. Estos enclaves étnicos (olvidados, por costumbre o conveniencia) han demostrado vivir en otra Europa: tienen problemas. Escalan posiciones en la agenda política europea porque se han vuelto un problema.
Pero…¿sabés qué?…De los problemas hablemos otro día. Los conocemos y son demasiados. Dejame, ahora, seguir por acá: porque hay una particularidad que tienen estos barrios que podría ser esencial. Tienen problemas para participar formalmente de la vida pública de la ciudad. Muchos líderes comunitarios de un “enclave étnico” no pueden ser electos para un cargo político; ni siquiera pueden votar.
Si vamos al origen, tenemos que irnos al siglo XIX. Desde entonces, la nacionalidad pasó a darte todos los derechos. Varios años después, sigue siendo la única forma de acceder a derechos políticos. Tener la identidad “nacional” sigue siendo la garantía de ser ciudadano-pleno. En algunos países de Europa, la ciudadanía no tiene prioridad sobre la nacionalidad.
Y queda feo…Mirá a los que viven en estos enclaves. Son residentes-estables de zonas ignoradas por el poder político. Son ciudadanos de segunda que, cada tanto, se enteran que hay candidatos a intendente. Y que uno de ellos tiene EL proyecto: “no permitir que se construya una mezquita”. Lo ven, algunos, bramando con impunidad desde una palestra que ellos no frecuentan.
Imaginate cuando se dan cuenta que algunos vecinos lo van a votar; y que ellos, en cambio, no pueden apoyar a otro para castigarlo. Mirá a sus hijos, europeos-de-origen-extracomunitario, escuchando argumentos del siglo XIX que les explican cómo deben asimilar su identidad.
Fijate qué cosa…Oh, qué coincidencia… Sergi MM…Uf…Él del principio: el del tren. Sí, el xenófobo públicamente aleccionado…Es del Baix Llobregat; una zona de concentración de inmigrantes. Sergi MM vive en un lugar en donde hay gente que no habla catalán o español.
Vive en un lugar en donde hay gente que no tiene derecho a canalizar sus reivindicaciones y preocupaciones. Son “otros”. Para Sergi MM, los “otros” son feos, sospechosos o peligrosos. Quizás, crea que representan un incómodo interrogante para todo este bienestar.
Sergi MM es sólo un xenófobo. La xenofobia es un lugar que queda a unas cuadras de su casa.